


La osadía del Presidente
Cómo, cuándo y por qué Frei definió la muerte de Lota
Ni Salvador Allende, ni Augusto Pinochet, ni Patricio Aylwin, se atrevieron. El Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, justo en la mitad de su mandato, tuvo la osadía de tomar la medida que los números aconsejaban desde los '70, pero que consideraciones sociales y políticas detuvieron hasta ahora: cerró desde ayer y para siempre el pique grande de Lota.
Si cumple la promesa de prosperidad para la zona, explícito en el plan reseñado ayer por el ministro vicepresidente de Corfo, Felipe Sandoval, la decisión del Gobierno podrá ser recordada en el futuro como heroica. Pero la más mínima falla condenará la decisión como un oscuro recuerdo de su mandato. Ese riesgo fue, quizás, el motivo que detuvo a sus predecesores, pese a que Enacar ya era subvencionada por el Estado desde el gobierno de la Unidad Popular.
Los ministros del Interior, Carlos Figueroa; secretario general de Gobierno, José Joaquín Brunner, y de Hacienda, Eduardo Aninat, entre varios otros funcionarios de Gobierno fueron categóricos: la medida es "irreversible" e "inevitable".
El año pasado, el Congreso aprobó una partida extraordinaria de recursos para financiar las operaciones de este año de la Empresa Nacional del Carbón (Enacar), por 6.585 millones de pesos, pero lo condicionó a metas de producción y reducción de pérdidas. Más, la evaluación de empresas consultoras.
Pero, a esta fecha, y de acuerdo con informes que recogió el Gobierno, Enacar se habrá comido a junio más de la mitad los fondos destinados para 1997 (4.500 millones de pesos), no ha cumplido con las metas de producción (fundamentalmente, por fallas geológicas) y menos de reducción de pérdidas. Además, el plan se elaboró sobre la base de que el precio internacional del carbón sería de 53 dólares la tonelada, pero no ha sido superior a 37 dólares.
Las consultoras Merx (británica) y J.T. Boyd (estadounidense), fueron claras: la meta de 1997 se cumpliría sólo en un 79 por ciento y la probabilidad de cumplir las de 1998 era todavía menor.
Pedir una nueva partida presupuestaria, en ese contexto, fue considerado "impresentable" en el Gobierno, pues el Congreso ya puso bastantes trabas el año pasado para aprobar los nuevos fondos y sólo lo hizo tras una larga paralización en el mineral, marchas a Santiago y promesas de estricto cumplimiento de las metas.
Vino lo inevitable. Frei aprobó el cierre de la mina y el plan para mitigar el efecto social y político de la medida. Uno de los acuerdos del equipo presidencial que discutió el tema fue mantener celosamente el secreto. El silencio de los conjurados evitó que los trabajadores, los partidos políticos o cualquiera que pudiera filtrar la noticia, se enterara antes de tiempo.
Sólo la noche del martes un noticiario regional en Concepción reveló la noticia. Fue después de que el Gobierno notificó lo resuelto el mismo día a los presidentes de los partidos políticos de la Concertación y a la oposición y a los parlamentarios de la zona.
Ya era tarde
Esa noche, el Presidente Frei cenó con los presidentes de los partidos de la Concertación y les contó los planes para Enacar. A la misma hora, sonaba el teléfono en la casa de Gladys Marín. Los dirigentes sindicales, alarmados, le contaron los rumores sobre el cierre de la mina. Pero ya era demasiado tarde para reaccionar.
A las 9 horas de ayer, el presidente de Enacar, Jaime Tohá, comunicó telefónicamente la decisión al alcalde de Lota, Jorge Venegas, e inició poco más tarde una reunión con los trabajadores que entraron al primer turno. Los del segundo, ya no bajarían más a la mina.
A la misma hora, en Santiago y en La Moneda, Carlos Figueroa, recibió a los los ministros secretario general de la Presidencia, Juan Villarzú; de Energía, Alejandro Jadresic; de Bienes Nacionales, Adriana del Piano; de Minería, Benjamín Teplizky, y de Justicia, Soledad Alvear. Uniformaron la postura oficial.
Después, dialogó con Gladys Marín. Ella abandonó furiosa el despacho del ministro: "Respaldaremos todo lo que democráticamente resuelva la asamblea de trabajadores. ¿Cuándo se escucha a la gente? Cuando se moviliza y lucha por sus derechos. Hay que gritar. Cuando se defienden la vida y el pan, toda medida es legítima".
Pero el ministro del Interior no se amilanó: "Ni huelgas ni marchas revocarán la medida", dijo, escueto. El ministro Brunner hizo un llamado al realismo y a admitir lo inevitable, para construir sobre esa base una propuesta de desarrollo para la zona.
Al mediodía, Sandoval hizo promesas: "No habrá depresión económica en Lota. Esto es lo mejor para los trabajadores, para Lota y para el país". Las minas de Trongol en Curanilahue y Victoria en Lebu, la compra de carbón a los pirquineros y el lavadero del mineral en Lota, se mantendrán.
Por ahora.
Dijo que los proyectos para la zona tienen cuatro grandes ejes: actividad industrial, servicios y comercio, la "consolidación de su vocación turística" y la "transformación del puerto".
Los servicios públicos invertirán 18.000 millones de pesos para asegurar la estabilidad de los 1.100 trabajadores que serán despedidos y para crear focos de progreso en la zona. Se espera que los privados inviertan otros 8.000 millones. Varios activos de Enacar serán vendidos o privatizados. Los pabellones, el pique grande, los lavaderos y otras huellas de la vida en subterra serán refaccionados y presentados a las futuras generaciones como atracción turística. Sólo 200 trabajadores en los lavaderos y el olor dulzón del carbón piedra evocarán el pasado. Lota ha muerto.
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